Un té en hebras.
Dos vueltas de reloj de arena.
Una vez más, frente a frente.
El pasado y el presente... nunca el futuro. Así ha de ser, por el bien de todos.
Solo me faltó dejar salir de su prisión, a las palabras. Aquellas que están privadas dentro de mi boca.
Aquellas que algún día salieron y luego, las tuve que tragar.
Decía Federico, que uno se traicionaba a sí mismo al no ser feliz.
Digo yo, que la felicidad la encuentro a cada momento. Y la pierdo al terminar cada cigarrillo.
Cómo extraño a mis amigos. A los buenos y los no tanto.
El té se enfrió sobre la mesa. Es hora de salir a fumar. No importa que llueva.
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