sábado, 14 de agosto de 2010

Historia de amor

El mediodía de agosto, trajo uno de los peores dolores que un ser puede sentir.
No había qué comer y mi padre decidió enviarme a casa de su hermana. Donde podría comer lo que quisiera y quedarme un tiempo.
Yo me negaba a subir a ese colectivo que me alejara de casa. Que me alejaba de él.
Subí llorando y a las cuatro cuadras me bajé.
Al volver a casa lo encontré raspando un sartén buscando algo que le calme el hambre.
Me miró y vi el dolor en sus ojos. La impotencia lo hizo llorar. Me abrazó y reprochandome haber vuelto,  besó mi cabeza.
Estábamos los dos. Solos por la vida. Yo tenía unos nueve años pero me sentía padre.
Recuerdo que esa tarde que comenzaba sin comida, sellamos aún más, los lazos que nos unían.
En las buenas y en las malas, íbamos juntos.
Padre e hijo, hermanos de la vida, amigos de corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario