San Telmo tiene esa magia de domingo por la tarde.
Frente a la plaza Dorrego, el café dormido en el tiempo.
En su mercado, la panadería Miguelito, aún la atiende don Miguel. Quién con casi noventa años, sigue separando tres media lunas a las cinco de la tarde. Porque, según él, Anselmo Cataffi, el bandoneonista muerto hace más de medio siglo, las pasa a buscar al cierre. Cuando ya nadie está trabajando.
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